En lo personal se manifiesta como desconexión con nuestro propio cuerpo y emociones y en lo colectivo como una desconexión en las relaciones con otras personas, la naturaleza, lo que ocurre tanto en nuestros espacios personales y en el mundo. Es importante, además, diferenciar el evento traumático de la experiencia del trauma, la primera es la situación externa que excede nuestra capacidad de retornar a la sensación de seguridad, mientras la segunda es la afectación que persiste después de esa situación donde nos quebramos.
Pese a que el trauma conlleva un malestar, es fundamental entender que es también nuestra manera de sobrevivir a experiencias dolorosas en los momentos en que no tenemos cómo gestionarlas. Cuando, por ejemplo, el trauma es generado constantemente por el entorno, debemos abrirle paso a aquello que nos desborda, como el enojo, dando un lugar de importancia a cada sentir y cada parte de nosotrxs.
Así como en el trauma habita una herida no sanada, también es un lugar que puede dar pistas para encontrar herramientas individuales y comunitarias de reparación. No podremos cambiar el evento traumático, pero como explica la acompañante en procesos de autoconocimiento Ángela Robles Laguna, parafraseando a Gabor Maté:
Nos queda la posibilidad de tener agencia sobre la ruptura que habita en nosotros: podemos construir estrategias para repararnos.
Los procesos comunitarios son respuestas para aliviar ese trauma propio, que puede ser una experiencia compartida con muchas otras personas, porque en últimas las heridas nos movilizan para reconectarnos. Quizá es porque lo comunitario lleva consigo la posibilidad del encuentro y de ser reconocidxs desde lo común y la presencia.
En la conexión se van cerrando los ciclos de las experiencias traumáticas porque implica volver a juntar las piezas rotas, vincularnos de nuevo con otras personas, con el entorno y con nosotrxs, e intentar habitar de maneras seguras espacios físicos o situaciones donde antes pudimos sentir incomodidad. Esta reconexión nos permite decirnos que ahora, en el presente, todo puede ser distinto, pero además que no somos igual que antes, para así construir nuestra capacidad de agencia ante aquello que nos ha dolido a lo largo de nuestra historia. En esta ocasión hemos regresado con un botiquín para vincularnos con otras habilidades, para aprender a estar presentes y a nutrir nuestra caja de herramientas.
Cuando se tiene un rol de liderazgo a veces se busca ayudar a otras personas a repararse y hay dos aspectos claves en ese camino de cuidado: practicar primero el cuidado consciente hacia sí mismxs y sincerarse luego que acompañar no es resolver, pero que en ese acompañamiento hay un poder enorme porque la presencia y la escucha compasiva traen consigo la reconexión.
Ángela Robles destaca cinco niveles de compasión, según Gabor Maté, importantes para practicar la presencia con otras personas: compasión curiosa, compasión desde el reconocimiento, compasión actuante, compasión del cuidado y compasión de la posibilidad.
Siempre nos quedará atendernos de a poco, pero con constancia, recuperar la fluidez que el trauma redujo porque nos hicimos duras o porque nos desconectamos, para permitirnos una vez más volver a sentirlo todo hasta que el cuerpo tenga la certeza de que podemos habitar nuestras realidades siendo lo que somos.
Sanar desde una perspectiva informada en trauma no es estar bien, es estar con lo que está.
Ángela Robles
Todo ser humano habita una forma de trauma, partiendo de ahí queremos compartirte algunas guías y ejercicios para que nos tejamos juntxs. Puedes practicarlo contigo mismx, en tu entorno familiar, con amigxs o en tus procesos comunitarios. Con tal es que se nos haga rutina estar presentes en cuerpo y alma.
Sugerir opciones o posibilidades en lugar de dar órdenes, superando la idea que hay una sola manera de hacer. Se recomienda usar expresiones como ¿Les gustaría? ¿Les parece? ¿Está bien para ustedes?
Romper la jerarquía y reconocer la capacidad de todes para participar y orientar.
No hacer uso de técnicas, palabras o ejercicios basados en la obediencia forzada.
Centrar el valor en los procesos y en la curiosidad.
Reconocer y hacer explícito que lo importante es cómo se sienten las personas, nunca cómo se ven.
Establecer acuerdos que sean cumplidos. Por ejemplo, cumplir horarios, itinerarios y objetivos por los cuales se ha convocado.
El trauma implica no poder elegir, entonces es vital habitar espacios donde decidir sea posible.
Somos Fagua es una organización dedicada a la gestión de estrategias socioculturales. Involucramos expresiones de la comunicación, el arte y la cultura, como herramientas para potenciar la creatividad y las cualidades individuales y colectivas.
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